9/08/2006

comiendo poquito a poco


Era tarde. Rondaría ya la una de la madrugada. Un movimiento extraño, de algo extraño, me distrajo de mi libro. Levanté la vista y vi como se sentaba. Apenas podía, ya que los modernos bancos de las paradas de autobús de Gran Vía apenas ofrecen espacio ni comodidad. Él llevaba muchas cosas encima, además de una cantidad de ropa puesta casi inaudita. Pero claro, en invierno, en la calle, hace mucho frío. Poco a poco fue dejando sus cosas en el suelo, apoyándolas contra el cristal de la marquesina. Se quedó sólo con dos bolsas. Dos bolsas de McDonald's. La cosecha del día. De una de las bolsas sacó un helado de esos que vienen en vaso de plástico. Dejó encima de sus rodilas las bolsas y con cuidado, para que no calleran sacó de una de ellas la cucharilla de plástico. Todos los movimientos eran parsimoniosos, como un ritual.

En la calle hace frío


Abrió con sumo cuidado el helado y como si se tratara de maná (y quizá para él lo fuera) dejó el vaso en el asiento de al lado, asegurandose durante un minuto de que estaba bien asentado . Luego cogió la tapa y con precisión de cirujano fue rebañando los restos de helado que habían quedado en ella. Cuando acabó, guardó la tapa en una de las bolsas de la hamburguesería y cogió el vaso de helado. Comenzó a comerlo a cucharaditas muy pequeñas, casi mínimas, rechupando la cuchara varias veces cada vez que se la llevaba a la boca. Poco a poco el helado se fue consumiendo. Cuando acabó volvió a dejar en vaso en el asiento contiguo y rebuscó en las bolsas. De ellas sacó una botella de agua. Vertió un poco en el vaso de helado y lo hizo girar para que el agua se mezclara bien con los restos de helado. Después se bebió la mezcla cuidando de que cayera hasta la última gota. Guardó el vaso en las bolsas y... mi autobús, mi búho, llegó. Y me fui.

Me sorprendió darme cuenta entonces lo vanas y superficiales que hacemos las cosas cuando no tenemos necesidad de ellas. Para aquel vagabundo, aquel mendigo, aquello era una necesidad verdaderamente vital, única, deseada mil veces durante el dia, mientras vehía caher una a una las monedas en su mano.

Me fui a casa pensando, poco contento conmigo mismo...